Arranca un nuevo año y, entre la cascada de topicazos que nos apabullan durante estas fiestas y que me niego a enumerar, llegan también los propósitos... que rara vez se cumplen. Te apuntas al gimnasio para quitarte diez kilazos y lo dejas a los quince días, abandonas el tabaco y te abrazas al mal humor (dicen que lo uno está relacionado con lo otro), te inscribes por enésima vez en el euskaltegi, juras por la santísima que vas a ver menos la tele y a leer más, aseguras que irás al dentista por lo menos una vez al año. Y paro de contar. Están los propósitos personales y eso que un compañero de aquí al lado llama los "propósitos empresariales"... que se cumplen siempre. Anuncia Iberdrola que subirá la luz, y sube; anuncia el Ayuntamiento que subirá la tasa de agua y basuras, y sube; anuncia Gas Natural que subirá el gas, y sube; y, cómo no, anuncia Telefónica que subirá las tarifas, y sube. De entre todos estos aumentos, que son tan típicos como la Navidad, molesta (por decirlo de una manera políticamente correcta), el de Telefónica. Con la llegada de la era del móvil supongo que a más de uno y de dos les pasa lo que a un servidor. Pagas más por el mantenimiento de la línea de teléfono fijo que por las llamadas. La millonaria compañía cobra cada dos meses 27,40 euros (sin IVA) por el concepto "Mantenimiento de la línea". Parece una cantidad nimia, pero multipliquen por el número de facturas anuales y el número de años que llevan abonados y comprobarán que es un abuso... que dura toda la vida.
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