Podríamos hablar hoy en este espacio de los ocho segundos de silencio (es un decir) de San Mamés, del suceso de Arrasate (expresión acuñada por la alcaldesa de Hernani para referirse al asesinato de Isaías Carrasco), de la resaca electoral, del endemoniado viento que casi se lleva por delante la Parte Vieja donostiarra y el malecón de Zarautz, de esta Real que ilusiona o de los nuevos mandamientos del Vaticano (un inciso: manda bemoles, por no decir huevos, que el Vaticano considere pecado acumular excesiva riqueza). Pero vamos a ponerle buena cara al mal tiempo y hablar de un fenómeno: David Fernández, el tipo que se esconde bajo el tupé de Rodolfo Chikilicuatre. El muy canalla ha metido un gol por toda la escuadra a las discográficas, TVE y la muy casposa Eurovisión. Lo que empezó como un sketch en el programa de Andreu Buenafuente ha acabado por convertirse en noticia de Telediario. Su papel en la gala, o lo que que fuera, del sábado recordó a los mejores años de La Cubana. El tipo cantando el chiki chiki, las bailarinas de pega (Disco y Gráfica) que tropezaban en el escenario y la indescriptible familia en la grada (inenarrable lo del sobrino y su ombligo). Que un tipo vaya a participar de esta guisa en Eurovisión es una buena noticia. Ha nacido una estrella que tiene todas las trazas de convertirse en el fenómeno del próximo verano. De momento, no hay más que teclear su nombre en Google para hallar auténticas joyas, como esa que muestra a varios muñecos de Famobil bailando el chiki chiki. Indescriptible.
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