lunes, 24 de marzo de 2008

El párroco dice que no

El párroco se ha puesto kaskarro y ha dicho que nones. Que la misa por un difunto es igual para todos. Que por ahí no pasa. Que qué es eso de que el organista del pueblo toque una pieza en función de la procedencia, la personalidad o los gustos musicales del fallecido. Que se acabó eso de que si el muerto vivía en el pueblo, pero era oriundo de la Ribera, se toca la preciosa Erribera; si era hincha acérrimo de la Real se interpreta el Txuri urdin; y si era dantzari se entona un aurresku. Bonita iniciativa, pensará algún lector. Un gesto de cariño y reconocimiento al finado que va más allá de que suene el clásico Agur Jaunak en las postrimerías de la misa. Pero el párroco ha dicho que no. Que en la parroquia manda él y en la Iglesia, ya se sabe, no se hacen diferencias. Y, claro, los feligreses protestan. Porque estaban acostumbrados a que el organista les sorprendiera con alguna pieza que les ponía los vellos de punta y desde hace un tiempo la misa resulta monótona. Ni una triste melodía se sale del guión y hasta la eucaristía se repite. Siempre quedará el aurresku a la salida, en los soportales del templo, pero nada como las canciones que interpretaba el organista. Dicen que hay crisis de vocaciones, que las iglesias se vacían de parroquianos y que el público que acude a misa de domingo envejece. No lo sé porque no voy a misa, salvo en funerales, bodas y algún bautizo perdido que otro. Pero entre el Vaticano, la ultraderecha católica y algún cura que otro, van a acabar con el tinglado.


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