Yo, de mayor, quiero ser Flavio Briatore. O sea, ser un artista dirigiendo escuadras de Fórmula 1 y tener a mi alrededor chicas monísimas y lujo por doquier. Siempre me ha llamado la atención este hombre que tiene fama de bon vivant y, a su vez, un prestigio como estratega y descubridor de talentos. Bueno, no me ha llamado siempre la atención porque, simplemente, no sabía de su existencia hasta que apareció junto a Fernando Alonso, o viceversa. Al margen de su buen hacer como director de equipos de Fórmula 1, fuera de las pistas es un crack del playboyismo, si es que existe este palabro. El bueno de Flavio se nos casa el próximo 15 de junio a los 58 años, no vaya a ser que se le pase el arroz. Será en Roma, con una tal Elisabetta Gregoraci. Tecleen en Google el nombre y el apellido de esta modelo italiana y la primera web que se encontrarán dice lo siguiente: "Web dedicada a las chicas más bellas y sexys del mundo que jamás creistes (sic) que pudieran existir". Para brindar por su próximo matrimonio con esta pizpireta chica y, ya de paso, celebrar el cumple de Slavica Ecclestone, la mujer del mandamás de la Fórmula 1, una modelo que tiene 28 años menos que el multimillonario británico y medio metro más de altura (vuelva a teclear Google y observe las fotos de la pareja), el bueno de Flavio organizó hace una semana en Mónaco un fiestón que a poco se le va de las manos. Una de las invitadas, la cantante Lily Allen, se agarró tal pedo con el Moët Chandon, que se tiró por la borda del yate de Briatore después de quitarse el bikini. Es lo que tiene el lujo, que se te sube a la cabeza.
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