Metió un tal Hidalgo el primer gol del Málaga y se hizo el silencio. Toda la ilusión se fue por el sumidero. Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible, dicen que dijo Charles-Maurice Talleyrand Périgord. Pues eso. Milagros ya no hay ni en Lourdes. Los milagros, lo que se dice milagros, son patente en exclusiva del Alavés. La Real se pasará otro añito en Segunda. Pasado mañana se cumple un año del descenso en Mestalla ante el Valencia y ayer fue el quinto aniversario de la llorada derrota contra el Celta en Vigo en la temporada del subcampeonato. Supongo que llegará algún mes de junio en el que haya algo que celebrar y recordar de la Real, en Anoeta o donde sea, que la hinchada ya ha dado muestras de que si hiciera falta seguiría al equipo hasta la Conchinchina o el quinto pino. Llegará algún día de ésos en los que te acuerdas dónde estabas y qué hacías a la hora en la que se produjo el acontecimiento. Jornadas que se te graban en la memoria y no se borran jamás. Ayer fue una de ésas que pasarán al olvido. La Real ni siquiera cumplió con su parte del guión y ofreció la última ración de decepción a una afición que no se lleva a la boca más que disgustos. Hoy nos recordarán que hace unos meses estaba a un punto del ascenso y ahora ha acabado a cuatro, que de los nueve últimos puntos en juego ha logrado dos, que les sobran millones y les falta testosterona... Como dice Lillo, conviviremos con la decepción... hasta que en agosto vuelva a prender la ilusión. Así que nada, como dijo el poeta Khalil Gibran, "por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes".
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