Como diría Tamara la santurtziarra, fue pa-té-ti-co. Fue patético escuchar la madrugada del domingo en la Cadena Ser a un colega de profesión acusar a Iñaki Badiola de preparar un montaje para implicar a Lorenzo Sanz en el intento de amaño del Sevilla Atlético-Málaga, el asunto que les venimos contando en estas páginas desde el pasado sábado. Cierto es que en su medio año de gestión el presidente de la Real se ha metido en varios charcos que no debía pisar y ha soltado algún exabrupto que sobraba. Pero de ahí a que sea Lucifer va un trecho. Si Lorenzo Sanz Mancebo, con sus dos apellidos, que es como llamaba al susodicho José María García en sus tiempos de Súper, no tenía nada que ver con el asunto, le hubiera bastado con despachar al agente FIFA en un segundo. Pero, claro, se tiró minutos y minutos hablando por teléfono y eso no hay dios que lo remedie. A Sanz le ocurre lo que a algunos dirigentes del fútbol: que les pierden las formas. Y Sanz al que, por cierto, en Wikipedia describen como "dueño del Málaga Club de Fútbol", tiene un pasado... Sólo hay que recordar aquel indescriptible episodio que protagonizó cuando era presidente del Madrid. A Sanz que no se por qué me recuerda al protagonista de una famosa trilogía cinematográfica (y no me refiero a El señor de los anillos) no se le ocurrió otra cosa que llevarse tres millones de pesetas de la caja del club... porque al día siguiente tenía una comida con Jesús Gil era la víspera del derby madrileño, y a los postres acostumbraban a jugar a las cartas. Se ve que no les bastaba con los amarrekos.
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