Monte usted un banco, entre en bancarrota y siéntese tranquilo en su sillón, que ya vendrá aita Estado a rescatarle. Harrittua ta perplejua se queda uno cuando escucha y lee las informaciones sobre el cataclismo económico que acontece allende los mares, en los USA. El Gobierno del tío Bush quiere salir en auxilio de los codiciosos que en los últimos años han ganado dólares a mansalva, apagando el fuego de sus quiebras con dinero público. El americanito de a pie tiene que pagar la barra libre que se habían montado los tiburones de Wall Street. El otro día le pusieron un número al agujero y no me entraban tantos ceros en la calculadora: 700.000 millones de dólares, es decir, 479.000 millones de euros. No quiero hacer la típica división de esta cifra entre lo que cuesta un hospital o lo que vale acabar con la muerte de miles de niños hambrientos en cualquier país de África porque luego te llaman demagogo. La vergonzosa cifra lo dice todo. Acudo al presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering, entrevistado ayer en El País, y entresaco el titular: No se pueden dar 700.000 millones a los bancos y olvidarse del hambre". Sensatas palabras. Uno creía que los banqueros (que no bancarios) eran gente, que sabe lo que hace. Y ahora resulta que algunas de las principales entidades de los USA, sobre todo las dedicadas a la inversión, estaban gobernadas por zoquetes a los que les podía una avaricia desmedida. Afortunadamente, siempre nos quedará Botín, un tipo que compra bancos como usted la barra de pan.
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