Uno sabía que en este mundo había (hay y habrá) productos tóxicos y sustancias tóxicas que, para el caso, supongo que son lo mismo. Desde hace unas semanas sabemos también que existen activos tóxicos. He buceado durante un rato por Internet y me cuesta dios y ayuda dar con una definición de esta expresión. Hay activos amortizables, semifijos, monetarios y hasta pignorados, pero no hay rastro de los tóxicos. Consulto a mi experto de cabecera en Economía y me viene a decir que un activo tóxico es una inversión que con el paso del tiempo resulta un fiasco. Hay quien sostiene que es un eufemismo para evitar palabras como estafa. Sólo sé que es una de las expresiones que más he escuchado estos últimos días en boca de los mandamases que nos (des)gobiernan. Es lo que tiene el lenguaje de las finanzas, que se viste de tal forma y tiene tantos vocablos y expresiones adoptados del mundo anglosajón que te pierdes en un marasmo de input, dumping, join venture, leasing y stock. Los activos tóxicos se han puesto tan de moda que ya se aplican a todo tipo de órdenes. De hecho, acabo de leer que en las empresas hay empleados tóxicos, y no son precisamente aquellos que expulsan sus gases por lo bajini. Un trabajador tóxico es aquel que se dedica a propagar el mal rollo, se escaquea y cuestiona todas las decisiones de la empresa. El tóxico puede ser jefe o becario porque no está incluido en una categoría específica. Y dicen que se muestra en todo su esplendor en estas épocas de vacas flacas en las que todo el mundo piensa que nuestra aldea feliz se viene abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario