Dicen que cuando uno se jubila siente cierta atracción por ver obras desde la barandilla (aquí tenemos para dar y tomar. Obras, no barandillas, que también). Que te asomas a presenciar cómo se levantan pisos, carreteras y puentes, aunque te hayas pasado toda tu puñetera vida haciendo encofrados. Que te quedas hipnotizado ante tanto cemento. Servidor también se queda hipnotizado, pero cuando ve en la tele a Karlos Arguiñano. Este hombre no tiene ninguna estrella Michelin, pero la verdad es que importa un huevo. Cuando lo ves, con sus pijamas de colores, no puedes despegar la mirada, sobre todo si eres de esos que con las manos en la masa eres un desastre. Bueno, bonito, rico... y limpio. No ensucia la cocina, el tipo. Un artista. Otro que tal, y que habitualmente te deja en evidencia, es Christian Pielhoff (que me perdone si he escrito mal su nombre y su primer apellido). El de "Hola familia" y su Bricomanía. Un tío capaz de construir una piscina, una hamaca alistonada o un armario zapatero. Tiene más herramientas que toda tu comunidad de vecinos y es posible que te pida que uses un perno Walter del siete o que "espeses la remasilla con algún fluido demistolar", pero es un genio. Con la afición que tenemos a complicarnos la vida, Arguiñano y Pielhoff hacen que lo difícil sea sensillo. PD (que no tiene nada que ver con este tema): cuando se corta la A-8 en ambos sentidos por obras, está muy feo eso de cobrar el peaje. Dos horas para cubrir tres kilómetros... y mientras los responsables de la autopista haciendo caja. Bendita crisis. Amén.
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