Para quienes en nuestra infancia sólo conocimos la primera cadena, la segunda (UHF) y las tres francesas, la Televisión Digital Terrestre (TDT) es como un maná de canales, una sobreoferta que no sabemos cómo digerir. Hay tantas cadenas y tantos programas (otra cosa es la calidad) que pasas el tiempo en tu sillon ball zapeando hasta dar con algo interesante. La TDT dicen que es el futuro, pero en algunos programas es como volver a un pasado retrógrado. No hay más que echar un vistazo a El gato al agua, una tertulia de una cadena que dice llamarse Intereconomía pero que está todas las noches dando la tabarra con la política. Con alguna que otra excepción, la nómina de tertulianos da para completar varios programas radiofónicos del Cocidito madrileño. Le dan unos palos a ZP que ni Jiménez Losantos. Y aportan una novedad al mundo de la tertulia: junto al micro no tienen un vaso de agua sino una copa de vino. Si uno sigue zapeando por la programación de la TDT, se encontrará con canales que se llaman Hogar 10 pero que hablan de todo menos de bricolaje doméstico, descubrirá que su hija no le quita ojo a una tal Hannah Montana, se hinchará a ver deporte como no hacía desde sus años mozos y comprobará que los pseudo concursos mediante llamadas telefónicas se han apoderado de la pequeña pantalla durante la madrugada. Por descubrir, también descubrirá que un puñado de cadenas de la TDT ofrecen películas eróticas en las que siempre verá los pechos de la hembra, pero nunca el miembro viril del macho. El argumento es lo que importa.
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