Dicen que si viajas a Pekín tienes un 99% de probabilidades de encontrarte con alguien de Aranaz, de Larraga... o de Gipuzkoa. Ancho es el mundo y caprichosas son las casualidades. No sé si hay tantas posibilidades de toparte con un paisano en la plaza de Tiananmen. Pero sí sé que siempre te encontrarás a un guipuzcoano en toda prueba deportiva (competitiva o no) que se precie. Todos tenemos un tío cura y todos tenemos a algún familiar, amigo, conocido o vecino que ha hecho un trekking por el Himalaya. Todos conocemos a alguien que ha corrido la Behobia y no pocos son los que participan en la Quebrantahuesos, la clásica cicloturista de Sabiñánigo. Pero tiren del hilo y encontrarán guipuzcoanos en la Extreme Bardenas de Arguedas, en la Camille Extreme de Isaba, en el el Ultramaratón del Montblanc, en la Vuelta Cicloturista a Ibiza, en la Gothia Cup de Gotemburgo, en el maratón de Amsterdam, en la París-Roubaix de aficionados o en la Transgrancanaria. Más que una cultura de culto al cuerpo (tan de moda), hay una formidable cultura de culto al deporte. No hacen falta campañas institucionales que llamen a mover el esqueleto porque se mueve sólo. Y no hace falta irse a la otra punta de planeta para disfrutar del deporte. Aquí mismo hay marchas y pruebas que agotan los dorsales. Si ayer pasearon a primera hora por La Concha, vieron pasar a 1.000 entusiastas del atletismo. Se corría la Carrera de Primavera, una de las pruebas que mejor refleja el espíritu popular del deporte. Los dorsales se acabaron hace tiempo. Y, sí, no lo pregunte, la mayoría eran guipuzcoanos.
lunes, 23 de marzo de 2009
lunes, 16 de marzo de 2009
Prótesis
Un tipo llamado Jerry Jalava (tiene nombre de humorista finlandés) ha tenido la ocurrencia de implantarse una memoria USB en su dedo anular izquierdo. El chaval (finlandés) perdió parte de su dedo en un accidente (su moto chocó contra un ciervo) y, una vez en el hospital, cuando pidió que le fabricaran una prótesis, uno de los médicos le propuso introducir un lápiz de memoria. Donde va Jerry, va la memoria USB, de dos gigas de capacidad, por cierto, con sus archivos informáticos, sus canciones y sus pelis almacenadas. Si se aburre, pues se quita el dedo (osease la memoria), lo coloca en el ordenata y se enchufa un documental. De aquí a nada el bueno de Jerry podrá ver uno de los documentales de Rob Spence, un director canadiense que ha tenido otra idea que ni la TIA, el cuartel general de Mortadelo y Filemón. Spence perdió un ojo a los 13 años (ahora tiene 36) por el disparo fortuito de un arma. Ahora, ayudado por un grupo de ingenieros y oculistas, se le ha ocurrido instalar una minicámara en el ojo que no ve para grabar todo lo que ve. Dice el buen hombre que utilizará las imágenes para realizar un documental para denunciar "la fragilidad de nuestro derecho a la privacidad". Vistos ambos ejemplos, llamo a un amigo que perdió tres dedos en una serrería por si acaso quiere dar uso a sus muñones. Pero va a ser que no. Puestos a pedir prótesis, el chaval dice que quiere un aparato como el de Nacho Vidal (ése que dicen que no cabía en un vaso de tubo; el aparato, no Nacho). Y que ya se encargará de filmar un documental y guardarlo en una memoria USB.
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