Hoy me
gustaría bucear en el túnel del tiempo, quitarme unos cuantos años
y convertirme como por arte de magia en un niño de Ataun. Sí, de
Ataun, y no de otro sitio. Hoy parte la Vuelta al País Vasco de
Ataun. Hace un tiempo, los chavales de nuestro pueblo disfrutábamos
todos los años de la salida de la Vuelta. Era el acontecimiento del
año. Entonces no existían el pomposo village départ, ni los
autobuses con las lunas tintadas en los que los profesionales se
recluyen o les recluyen hoy del mundanal ruido. Te plantabas junto a
los coches de los equipos, dabas la pelmada para que te soltaran una
gorra o un botellín guardé como oro en paño un bidón que Pello
Ruiz Cabestany
lanzó a una cuneta en su etapa de aficionados y pedías autógrafos
a todo el que se meneara con un culotte y un maillot. Primero pedías
la firma y luego mirabas el dorsal porque, la verdad, más de la
mitad del pelotón pasa desapercibido para el común de los
seguidores. Si les digo que hoy estarán en Ataun Yukiya
Arashivo, Rein
Taaramae y Mickäel
Buffaz, pueden
pensar que voy de vacilón. Pues sí, estarán. Seguro que algún
chaval les pedirá un autógrafo, apuntará su dorsal y se quedará
alucinado por la poca cosa que son (casi todos los ciclistas siguen
el mismo patrón: finísimos, sin un gramo de grasa y ninguno tiene
barba, je, je). Luego, al cabo de unas horas, los chavales tendrán
la ocasión de verles en la llegada (la etapa acaba también en
Ataun), pero ya no será lo mismo porque pasan como locomotoras. No
hay nada como la salida, a pesar de que se te quede un poso de
tristeza cuando la caravana abandona tu pueblo.
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