Supongo que durante las nueve temporadas que duró esta serie, las facultades de Periodismo se hincharon a matricular nuevos alumnos. Si uno veía cualquiera de los capítulos, llegaba a la conclusión de que ser un Tribulete mola mogollón. Ligas un huevo (el cruce de romances entre los protas te llegaba a marear), vives experiencias con la mafia que ni Indiana Jones, tienes exclusivas cada dos por tres, llegas a casa a las siete de la tarde después de echarte unas cañitas con los compañeros de curro, y hasta te lías con la secretaria y lo hacéis en la mismísima redacción (semileyenda urbana). Todo esto y mucho más reflejaba una serie de factura notable, tan cerca o lejos de la realidad del periodismo como lo puede estar Hospital central del quehacer diario de médicos, enfermeras, celadores y demás personal sanitario. En el caso de un servidor, al día siguiente de cada capítulo, unos cuantos familiares y amigos enganchados al Crónica Universal te bombardeaban a preguntas sobre la profesión, que respondías mal que bien. La ficción resultaba un tanto idílica (todos los temas que trataban en los reportajes eran cojonudos), salvo en el caso del becario, que las pasaba canutas para conseguir un contrato (verdad como la vida misma en este bendito trabajo). Y frente al mundo de yuppi en el que vivía la sección de Local estaba el entrañable Blas Castellote (Álex Angulo), el Pepito Grillo, el protagonista que mejor representaba al periodista de toda la vida.
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