Si usted vuelve hoy al currete después de dos semanas, un mes o qué sé yo 200 días de vacaciones, relájese y tire de calendario. Si lo usa, pase del correo electrónico (tendrá 5.000 mensajes más la basurilla de los spam), no mire los tropecientos papeles que dejó pendientes al irse maleta en mano o mochila en la espalda, y vuelva a relajarse. Piense en la vidorra que se ha pegado en las últimas semanas, cervecita y tapita por aquí, farrilla por allí, siesta, comilonas con los amiguetes, libros a tutiplén y chapuzones por doquier. Piense en que se lo ha pasado de cine sin pegar un palo al agua y vuelva a relajarse. Pase del inminente inicio del curso escolar y las 200 compras que tiene que hacer; pase de la gripe A, B y C; de la dichosa crisis; de la hipoteca, del precio de la gasolina; pase de Zapatero el bertsolari nacido para improvisar, pase de la TDT hay que hacer un cursillo para entender cómo se puede ver el fútbol esta temporada, y pase de todo. Vuelva a relajarse. Hay un método infalible para superar el síndrome posvacacional, esta patología no reconocida como enfermedad de la que nada sabían nuestros padres hace un par de décadas. Coja un calendario, póngase a mirar en qué fechas caen los próximos puentes festivos, vacaciones y demás... y deje volar su imaginación. Piense un lugar al que nunca ha viajado y desea conocer (no tiene por qué estar a miles de kilómetros, aquí al lado hay sitios fantásticos). Piense, viaje con la imaginación y relájese. Las próximas vacaciones están al caer. Mientras tanto, póngase a currar.
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