Supongo que en estos tiempos políticamente correctos, Mike Hammer no duraría en una cadena de televisión ni un Telediario. Programar en horario infantil a un detective que resolvía crímenes y robos a golpe de pistola del calibre 45 cariñosamente, el tipo llamaba a su pipa Betsy y que era más promiscuo que don Silvio con sus velinas, sería calificado hoy como un atentado contra la moral y esas cosas. Salvo que me falle la memoria, en los 80 esta serie se emitía a horas que hoy serían catalogadas con dos rombos. En nuestro descargo habría que decir que entonces estábamos en pleno apogeo de la pubertad y el bueno de Mike nos daba una envidia terrible, siempre paseándose con unas pechugonas made in Playboy que ni Yola Berrocal. A ellas se les salían las carnes por todos los costados y nosotros, que no nos comíamos una rosca, no perdíamos ojo aunque al final no viéramos más que piernas que se colaban entre las sábanas. Entre crimen y crimen, Mike, el prototipo de macho Camacho, se paseaba en su flamante Ford Mustang por las calles de Nueva York, con su inconfundible bigotillo y sombrero, a la caza del criminal de turno. Nos acordamos también de Velda, otra mujer de pechos prominentes, y del policía Pat Chambers, siempre tratando de frenar los desmanes de Hammer. Pero, sobre todo, recordamos aquella frase que Mike repetía cada vez que se cruzaba con una belleza. "Tomaré nota", decía.
* Texto publicado en la contraportada de NOTICIAS DE GIPUZKOA en una serie sobre programas de televisión
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