Hoy me he levantado con el cuerpo jotero, con ganas de vestirme el traje de líder, de líder político, por supuesto. Mientras desayunaba, he cogido papel y boli, y un mapa de este nuestro territorio, Gipuzkoa. Me he puesto a pensar para mis adentros y he planeado varios proyectos para contribuir al progreso y el bienestar guipuzcoano. Así que he apuntado que vamos (los políticos siempre hablamos en plural) a alumbrar (palabra bonita donde las haya) varios planes que detallo a continuación, distribuidos por comarcas. En Bidasoa-Txingudi vamos a construir una telecabina ecológica que teletransporte a los ciudadanos desde el Paseo de Colón a la playa de Hondarribia. En Errenteria vamos a quitar del paisaje la humeante Papelera y en su lugar vamos a crear el parque infantil más grande del mundo mundial. En Donostia no vamos a crear una ola artificial en La Zurriola sino tres, una por playa. En Bergara vamos a levantar un frontón de 5.000 plazas con las paredes de verde fosforito que lo van a flipar los pelotazales. En Eibar hemos pensado que construiremos un velódromo. No sabemos aún dónde lo encajonaremos, pero será de mil pares. En Debagoeina nuestra apuesta (otra palabra que nos encanta usar a los políticos) será un tranvía que unirá todos los pueblos y barrios, y hasta llegará a Arantzazu en un tren de cremallera. ¿Que no me creen? Anteayer Pepiño Blanco anunció la construcción de un tren de alta velocidad que unirá el Mediterráneo y el Cantábrico sin aportar ni una sola cifra (al margen del ahorro de tiempo), ni una sola previsión, y se quedó tan ancho. Humo, vendo humo.
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