Una joven universitaria (conviene aclarar lo de joven cuando se habla de universitarios, porque hay estudiantes que se pasan media vida en el campus hasta llegar casi a la jubilación), aseguraba el otro día en un reportaje publicado por este periódico que en sus conversaciones de cuadrilla, "la masturbación es un tema que está presente cada dos por tres, incluso a veces somos un poco burras". Se señalaba en la misma información que hoy los adolescentes hablan con total naturalidad de preservativos, anillos vaginales y demás materias y materiales relacionados con el sexo. Algo hemos avanzado, aunque siempre estarán los de siempre para excomulgarnos o señalarnos como herejes si apoyamos que se organicen talleres para, por ejemplo, descubrir la autoexploración sexual. Uno no es ningún carcamal (término utilizado hace unos días por María José Usandizaga en una de sus refriegas dialécticas con Odón Elorza), y recuerda que en sus años mozos de EGB ya recibió clases de educación sexual impulsadas por uno de esos profes que se adelantaban varios cursos al resto. Patxi San Juan se llamaba el profe que nos enseñó todo (o casi todo) lo que había que saber sobre el sexo. Sin risitas (si te reías en plena lección, te abrían la puerta de la clase) y con todo tipo de libros, apuntes y diapositivas. En lugar de recurrir a las chicas del Interviú y Lib (que también), nos adoctrinaba sobre anticonceptivos y órganos reproductores. Y no nos salían granos.
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