Cual Andreu Buenafuente y Berto Romero en la sección Cuarto y mitad, un fenómeno paranormal me tiene traspuesto durante estos días: las colas para comprar lotería. No es que abunden, pero haberlas haylas. La fila de gente que se monta a las puertas de la administración de la tal Doña Manolita es para escribir una tesina. La buena de Manolita supongo que ha hecho más que ricos a sus descendientes porque lo suyo es dispensar números mañanas enteras sin parar. Hace unos días presencié el fenómeno en vivo y en directo y se trata de un acontecimiento sobrenatural. En estos tiempos en los que puedes comprar lotería de cualquier parte del mundo por Internet, hay quien se mete cientos de kilómetros para plantarse en la Gran Vía madrileña, chupar un frío del carajo y guardar cola durante dos horas ante la taquilla de la Manolita. Verídico. Sucede lo mismo en la otra punta del mapa, en Sort, donde te puedes plantar el 15 de agosto, con una canícula que te hace sudar a chorros, y para tu incredulidad compruebas que toda esa fila de gente espera paciente para adquirir lotería de Navidad. Hace unos días, en uno de esos programas de televisión en los que las cámaras entran hasta al cocina (literal) para ver si ese día hay paella o fabada, entrevistaron a un tipo que había cubierto el trayecto Madrid-Sort-Madrid (1.156 kilómetros) para comprar un décimo en la Administración de La Bruja de Oro, ésa que ha hecho de ídem a Xavier Gabriel, un tipo con un ego que no le cabe en el cuerpo. Ya lo dice Mari Carmen: "La lotería de Navidad es la más ladrona; mucha pedrea y poca ganancia".
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