Sí. Y se extiende por tres territorios. Como a veces nos creemos el ombligo del mundo, se diría que hace unos días Sébastien Gonzalez, y ayer Sustrai Colina y Amets Arzallus, pusieron a Iparralde en el particular mapamundi vasco. Pese a que no existen los obstáculos físicos de antaño, la muga mental se levanta aún para muchas personas, como una de esas barreras que nos impedían la libre circulación por los pasos de Ibardin, Lizuniaga, Izpegi, Dantxarinea o Lizaieta. Será cuestión de romper los estereotipos que tenemos unos y otros, los de aquel lado del Bidasoa y los de esta orilla. Estereotipos que se rompen en mil pedazos si se vive a caballo entre Iparralde y Hegoalde. Es más, mucho más, lo que nos une que lo que nos separa, aunque en los últimos tiempos el trasiego de un lado al otro sea desigual. Son más las gentes de Iparralde que visitan Hegoalde, que a la inversa. Antes cruzábamos la muga para comprar Levi"s, productos lácteos y aceite y, en los últimos años, ropa para los infantes. Con la cacareada globalización, esa tendencia ha cambiado. Cruzamos menos la muga pero cada vez son más las gentes de Iparralde que nos visitan, ya sea para gastarse sus euros en las tiendas del tío Amancio, para ver jugar a la Real o para asistir a la final del BEC. Seguramente saben más los de Iparralde de nosotros que nosotros de ellos. Hoy es el día en que hay quien descubre que Donibane Garazi existe, que Sara y Ainhoa son algo más que sendos bonitos nombres de mujer, y que hay vida más allá de Pausu.
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