Afortunadamente, los periodistas todavía no nos hemos convertido en un problema, que no enemigo, público. En eso nos ganan de calle los políticos que, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), representan ya la tercera preocupación de los ciudadanos, por detrás del paro y la economía y por delante, entre otros asuntos, de la inmigración, el terrorismo y la seguridad ciudadana. Ahí es nada. Quienes tienen como principal misión solucionar los problemas de la plebe se convierten en un problema en sí mismo. En fin. Lo nuestro, lo de los periodistas, todavía no es preocupante aunque tenemos la autoestima más baja que el jefe de Publicidad de TVE. Según otro estudio (el Informe Anual de la Profesión Periodística), cerca del 60% de los ciudadanos tienen una imagen regular, mala o muy mala de los informadores (en 2008 era un 52,5%). No es por echar balones fuera pero, según el mismo estudio, ese deterioro de nuestra imagen viene dado, sobre todo, por la vulneración de la intimidad que practican los (y eso lo digo yo) autodenominados periodistas del corazón. Si atendemos a las frías cifras de ese informe, corren malos tiempos para esta bendita profesión. La precariedad laboral y el desempleo son ya nuestra primera preocupación, por delante del intrusismo, y un 57% reconoce sufrir presiones en su trabajo diario. Para que no falte de nada, un 76,5% de los encuestados opina que los periodistas contribuimos a incrementar el clima de crispación política, así que no tardaremos en convertirnos en un problema ciudadano. Al tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario