Me llama mi primo Borja, repijo como él solo. El chaval es un torrente de imaginación. En las últimas semanas está siguiendo atentamente el debate sobre los símbolos que tiene entretenidos a los políticos. Está feliz y contento porque por fin se cumplirá uno de sus históricos anhelos: que las selecciones españolas de fútbol y baloncesto jueguen en las Vascongadas y que un final de etapa de la Vuelta acabe de Pancorbo para aquí. El chaval está entusiasmado. Tanto, que pide más. "Mira Juanma", me dice. "Me he enterado de que en Eibar se va a construir un hospital. Qué menos que bautizarlo como Hospital Infanta Elena. Ya es hora de que la Casa Real dé nombre a algún edificio, calle o similar en las Vascongadas. Así, de paso, le alegramos la cara a la Elena, que desde que lo ha dejado con el del patinete está muy mustia. Y ya puestos, qué menos que bautizar el nuevo polideportivo de Aretxabaleta con el nombre de Príncipes de Asturias". (Total, y eso lo digo yo, si Felipe sólo da nombre a los polideportivos de Majadahonda, Arganda, Zaragoza, Chipiona, Ciudad Real, el campo de fútbol del Cacereño y 200 más). El chaval sigue desatado al teléfono y redondea la faena con otra propuesta. "Hay otro símbolo del que nadie habla", me dice. "El toro de Osborne. En las Vascongadas sólo hay uno, en el kilómetro 323 de Rivabellosa, en la A-1", me precisa. "Qué menos que Vizcaya y Guipúzcoa tengan un par de toros. Te diré más, uno lo pondría en Cestona, al ladito del balneario, y el otro en Placencia de las Armas, junto a la
AP-1". Y olé.
AP-1". Y olé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario