Les pongo en situación. Son las ocho de la tarde. Al otro lado de la cristalera, en la avenida de Tolosa, en Donostia, hay una calma chicha. No se mueve ni una sola rama del árbol que tengo a mi derecha, pero la radio, la tele y los portales de Internet me anuncian que en unas horas llegará lo más parecido al apocalipsis meteorológico. Definitivamente, la ciclogénesis explosiva, aunque ya sea un término familiar porque lo conocemos desde el año pasado, te produce un acojono de miedo. Hace cosa de una hora se ha anunciado el cierre de los centros comerciales, no circulan los autobuses, hay un pequeño incendio en el monte Artxanda de Bilbao, una grúa se ha desplomado en Abaltzisketa, un cable de alta tensión se ha caído en Beasain... y sopla un viento más propio del verano que de este invierno que apura sus últimos días. Para cuando usted lea estas líneas, se supone que este bicho con forma de ciclón, que los alemanes han bautizado con el nombre de Xynthia, se habrá alejado de estos lares, o estará en ello. La alerta dejará de ser roja, aunque a un servidor le dé la impresión de que llevamos varios meses de emergencia en emergencia. Del verde al amarillo, del amarillo al naranja, del naranja al rojo y vuelta a empezar. Y lo que hoy se llama ciclogénesis explosiva antes eran fuertes vientos, el frío polar era frío a secas (o fresco para algunos), y la lluvia era, es y será siempre lluvia. Pues eso. Que pase el Xynthia y que cause el menor destrozo posible. Ahí fuera, las ramas del árbol siguen quietas paradas. ¿Está el maestro Hitchcock detrás de todo esto? Seguiremos informando.
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