"Exploit lyonnais, exploit lyonnais" ("hazaña lyonesa"), exclamaba la noche del miércoles el comentarista de TF1, recién consumado el Lyonazo en el Bernabéu. Alucinaba el hombre, y no era para menos. El Madrid-Olympique ejemplifica como pocos partidos el tremendo desfase que se vive en el fútbol de elite. No es que todo sea negro o blanco, es que hace tiempo que la gama de grises ha desaparecido por completo. Se pasa de la euforia al fracaso en 48 horas, sin ton ni son, sin un mínimo análisis sosegado y con todo un coro de medios de comunicación haciendo la ola. Y no hace falta que el medio en cuestión sea exclusivamente deportivo, con una tendencia más acusada a hacer del forofismo su seña de identidad. El Mundo anunciaba el martes, en la previa del partido, que el Madrid quería llegar al descanso con un 3-0 en el marcador "para mandar un mensaje a Europa" (una nueva versión de lenguaje político trasladado al deporte). Hoy se ensalza al entrenador hasta la galaxia, y mañana se le crucifica, en una sucesión de titulares que no tienen un pase. La paciencia con los técnicos dejó de ser una gran virtud hasta en clubes como la Real, tradicionalmente modélico en este tipo de menesteres. Los entrenadores no tienen crédito ni para un par de semanas, azuzados por determinados periodistas que en las tertulias que pueblan radios y televisiones han adoptado lo peor de la prensa rosa: quien grita más alto cree que tiene más razón que el contrario, el ataque personal es la mejor defensa y cuanto más forofo sea el tertuliano, mejor.
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