Para quienes hasta hace tres años habíamos disfrutado y sufrido con la Real en una de las mejores ligas del mundo (que no la mejor), Puertollano era poco más que una ciudad de Ciudad Real (valga la redundancia). Sabíamos que era el escenario en el que la Real firmó su último ascenso a Primera, pero el hito se perdía en el túnel del tiempo txuri-urdin para varias generaciones que sólo conocíamos el caviar del fútbol. Desde que el equipo cayó a este segundo peldaño, hemos aguardado la ocasión para vivir nuestro Puertollano. Mirábamos el calendario, y marcábamos posibles citas: Sevilla, Cádiz, Elche... Pero no contábamos con los (i)rresponsables que manejan la LFP y la Federación. En un campeonato serio, los horarios de esta próxima jornada estarían unificados, por aquello de las suspicacias (léase maletines) en unos partidos en los que hay cruces entre quienes se juegan la vida y quienes sólo piensan en coger las vacaciones. Pero qué le vamos a pedir a una Liga que acaba el 20 de junio, en pleno Mundial, y que lleva varias temporadas sin hincarle el diente al excesivo número de equipos (22) que tiene desde aquel vergonzoso episodio que acabó con el rescate del Celta y Sevilla tras decretarse su descenso a Segunda. Qué le vamos a pedir a una Liga que entrega el trofeo al campeón al comienzo de la temporada siguiente. Aunque parezca una broma, es posible que la plantilla de la Real conozca que ha ascendido a Primera en pleno vuelo de Jerez a Loiu. O al día siguiente, sentados en el sofá de casa tras presenciar el Cartagena-Hércules. Ver para creer.
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