Hasta el más agnóstico de los mortales sabe asociar cada fiesta patronal con su santo, santa o virgen correspondiente, aunque le importen una higa procesiones, misas y demás liturgias católicas. Si ponemos en una columna sanjuanes, sanpedros, sanmarciales y santaixabeles, nos salen casi sin querer qué pueblos están de celebración o lo han estado hasta hace un rato. La moda del botellón me pilló ya con el paso cambiado, así que desconozco qué rutas festivas practica hoy la chavalería. Nuestra ruta, que no era la ya demodé del bakalao, comenzaba en mayo con las fiestas de Irurita y acaba a finales de septiembre en Igantzi. Eran cinco meses non stop en los que éramos capaces de saltar cada fin de semana de pueblo en pueblo, mayormente los viernes y sábados. El Everest de esta biribilketa era el 14 de agosto, cuando la agenda se nos desbordaba y, como no gozábamos del don de la ubicuidad, había que elegir. Un año empezamos la fiesta el 14 por la noche en Goizueta, almorzamos al día siguiente en Leitza y acabamos la jornada, clavo incluido, en Amaiur, presenciando (es un decir) una competición de sokatira. Baztan es ya de por sí un lugar en el que uno puede estar todo el verano de bote en bote sin salir del valle. Afortunadamente, la generalización de los controles de alcoholemia ha acabado con semejantes homenajes a la inconsciencia. En estos tiempos en los que a la caña de toda la vida le llaman zurito y al mosto le falta la aceituna, se ha impuesto, con excepciones, el "Si bebes, no conduzcas".
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