Ayer me crucé por la calle con uno de los profesores de Educación General Básica (EGB) que nos daba clases de Lenguaje. El mogollón (¿se admite mogollón?) de horas que este hombre metió para que aprendiéramos a diferenciar los adverbios sólo (con tilde) y solo (sin tilde). O para que colocáramos la dichosa tilde en la conjunción o cuando iba entre cifras. O para poner tildes (caballo de batalla donde los haya de los docentes) en los pronombres demostrativos. Años y años de dictados para que venga ahora la muy ilustre y real Academia de la Lengua Española a eliminar tanta regla. Quiere hacer más fácil la ortografía y de paso, se supone, vender unos cuantos miles de ejemplares de la renovada obra Ortografía, cuya última edición data de 1999. Casualidades de la vida, parece ser que el libro saldrá a la venta por Navidades. Cosas del mercado. En esta labor de pulir el castellano, los académicos, que a veces son retorcidos e incluso manipuladores (recuérdese el significado que dieron a la palabra abertzale en la última actualización del diccionario), podían haber acordado prescindir también de la tilde en palabras como más. Total, hay infinidad de gente que no tilda este adverbio. Pero puestos a limpiar, fijar y dar esplendor al español, por estos lares tienen una palabra que causa furor y no ha tardado en hacerse sitio en el Euskañol, diccionario colectivo y popular: gipuzkoano, un palabro que se puede ver en notas de prensa oficiales, artículos de opinión, anuncios y demás soportes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario