Un colega periodista asegura que en la vida hay bares de tres tipos, que él denomina como las tres P: de putas, de policías y de periodistas. Añade el plumilla que en los últimos tiempos esta clasificación de tascas ha degenerado en otras tres P: de posmodernos, de publicistas y de peluqueros. Como lo más que frecuento es el bar de la esquina de la redacción, será cuestión de hacer una labor de campo y comprobar sobre el terreno si la teoría casa con la realidad. Por lo que se ve, prostitutas, policías y periodistas son tres palabras indisolubles. Tarde o temprano, unos y otros se cruzan en el camino y, a veces, no precisamente para tomar copas. El pasado jueves, por ejemplo. Un fotógrafo fue detenido por la Ertzaintza por tomar imágenes del descarrilamiento de una unidad de EuskoTren en Lezama desde una zona no acordonada. El bueno de Rafa Rivas, corresponsal de la agencia AFP en Euskadi, fue insultado y esposado por un agente que confundió la autoridad con los malos modos y modales. Dice un compañero de Rafa que las relaciones de la poli (sean ertzainas, nacionales, guardiaciviles, forales, miñones o municipales) y la prensa gráfica no pasan por el mejor momento. No es cuestión de hacer corporativismo barato ni tampoco de generalizar, pero no está de más recordar que cuando un periodista, un fotógrafo o un cámara de televisión acuden a cubrir una información, tratan, simplemente, de hacer su trabajo lo mejor posible. Intentan recabar los datos más precisos, la mejor foto y la mejor imagen. Ni más, ni menos.
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