EL 20 de enero de 2010, el Gobierno Vasco organizó en el edificio de la Bolsa de Madrid una gala para difundir su campaña de turismo. Amaia Montero, que ya había protagonizado en navidades un anuncio para promocionar los encantos de este terruño, amenizó la velada. El 23 de febrero de ese mismo año, la presidenta del Parlamento Vasco, Arantza Quiroga, presentó el programa de actos de celebración del 30º aniversario de la Cámara. Entre otros acontecimientos, destacaban un concierto de La Oreja de Van Gogh, la OSE y el Orfeón Donostiarra el 9 de julio en el Kursaal, y un triangular de los tres equipos vascos en la ACB (por cierto, que se sepa, no se llegaron a celebrar ni uno ni otro). El pasado miércoles, el Gobierno Vasco volvió a organizar en Madrid otra gala para promocionar el turismo: 600 invitados, presentadores de postín, autoridades de aquí y de allí, y música de... sí, lo han adivinado: La Oreja de Van Gogh. Nada tengo contra el grupo donostiarra. Bueno, sí, tengo un par de CD en el coche que escucho con gusto, aunque todavía no diferencie la voz de la actual vocalista y la ex. Dicen quienes les conocen que son buena gente, buenos músicos y mejores profesionales. No es esta una crítica al grupo sino a lo previsibles que son nuestras instituciones. ¿Qué tal si un día viajamos a Madrid con Delorean? ¿O con Imuntzo ta Beloki? ¿O con los punkarros de Vómito? ¿O con We Are Standard? ¿O con Ken Zazpi? ¿O con Zein?? ¿O con Rafa Rueda? ¿O con Kupela? Apliquemos la transversalidad también en la música.
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