Me cuenta el tío Marcelino que hace un par de semanas su pueblo fue protagonista en el Interviu, entre reportaje y reportaje fotográfico de dos mozas que tenían los ojos muy bonitos. Resulta que tres municipios de Cáceres (San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno), que apenas suman 5.000 habitantes, cultivan como oro en paño la fala (a fala), una lengua autóctona que se ha transmitido de vecino a vecino desde hace más de ocho siglos. En el valle de Jálama, cuna, por cierto, de varias decenas de emigrantes extremeños que hoy viven en Gipuzkoa, no se habla castellano, sino que se fala a fala. Por aquello de que esta lengua, como el gallego, tiene raíces del galaico-portugués, la Xunta trató de impulsar medidas lingüísticas y algún que otro hermanamiento gastronómico léase una degustación de 250 kilos de mejillones al vapor con limón para conservar este tesoro de idioma. "Hasta aquí hemos llegado", vino a decir el tal Rodríguez Ibarra, el doberman socialista, temeroso de que primero le colaran unas ayudas para divulgar la fala y luego le plantaran un Estatutu de los pueblos cacereños a las puertas de casa. Como en mitad de la polémica estaba el BNG, que gobierna la Consellería de Cultura, se montó el cisco entre los políticos ante la incredulidad de los vecinos, que en más de una ocasión se han sentido olvidados por un presidente aficionado a la verborrea. Así que, nada, Marcelino, vete preparando un diccionario A fala-Castellano; Castellano-A fala, que igual hasta te forras a euros.
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