Por segunda semana seguida he realizado un estudio demoscópico (léase encuesta) entre compañeros de la redacción. Como en el caso Mercadona (ver edición del viernes pasado), los resultados vuelven a ser contundentes: solo tres de los diez compañeros consultados han tenido alguna vez en su vida un billete de 500 euros en la mano. No diré quiénes son para no levantar sospechas, no sea que el fisco foral empiece a investigar sus bienes y rentas. No por nada. La posesión de billetes de 500 euros de momento no se castiga, pero tiempo al tiempo. En el Reino Unido desde esta semana ya no se pueden sacar del cajero. Los gerifaltes que mandan en la cosa del dinero han decidido que no se dispensen los billetes porque el 90% se emplean en actividades delictivas. Mayormente el blanqueo de dinero. Francia también trató de quitarlos de la circulación, pero se quedó en el intento. Servidor se incluye entre quienes nunca han tenido un billete de 500 en la mano. No sé ni de qué color son, ni si son más o menos grandes que los de 20. Solo sé que es el billete de más valor de los que circulan en el ancho mundo. Hablamos de 82.000 pelillas, céntimo arriba, céntimo abajo. Si en alguna ocasión tuviera en el bolsillo un billete de 500, supongo que me pasaría como cuando visito un zoo o un parque con animales salvajes: me paso media visita pensando qué pasaría si caigo en la jaula con el bicho dentro. O sea, que estaría pensando que nada más pisar la calle aparecería un tipo navaja en mano para atracarme. Paranoias mías.
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