Uno ha crecido pensando que Xalbadorren heriotzean era una canción de Erramun Martikorena, cuando en realidad fue escrita por Xabier Lete. Así que tampoco deberemos extrañarnos si dentro de un par de décadas la chavalería cree que Lau teilatu es obra de Mikel Erentxun y Amaia Montero, y no tenga ni repajolera idea ni de quién es su autor (Juan Carlos Pérez) ni qué era Itoiz. Siguiendo con las analogías, lo que ya no tiene un pase es que el PP se arrogue el título de Gobierno que acabó con la mili, o que JJNN, las juventudes de UPN, saquen pecho asegurando que contribuyeron a la supresión del servicio militar obligatorio, cuando no movieron ni medio dedo. Hombre, nos flaquea la memoria, pero no tanto, que solo han pasado diez años. El fin de la mili se lo debemos a insumisos y objetores, que hicieron bandera del pacifismo con las únicas armas de la palabra y la originalidad, y las miles de personas y decenas de colectivos que respaldaron su causa. Con ingenio y mucho sacrificio personal y colectivo (sobre todo los insumisos), jóvenes de distintas ideologías acabaron con un servicio caduco y anacrónico que ya entonces estaba marcado por su desprestigio social. Una lucha que fue extremadamente dura en Navarra, convertida en banco de pruebas contra todo lo que oliera a rebelión no violenta. Hubo 3.000 insumisos, de los que 600 fueron encarcelados, y más de un alcalde inhabilitado. El Gobierno de turno ya no podía frenar ese tsunami antimilitar y por eso claudicó. Aunque ahora lo vendan como un logro. Ver para creer.
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