Confieso que hasta el 11 de septiembre de 2001 no tenía ni repajolera idea de quién era Osama Bin Laden. Lo desconocía todo sobre este hombre que a partir de ese día se convirtió en la encarnación del mal, en el azufre de EEUU, que diría Hugo Chávez. Pese a mi patológica afición por leer periódicos, ver informativos, hacer zaping en el dial de la radio y estar conectado a Internet, creo que nunca había oído hablar del tal Osama. Tampoco recuerdo si en alguna ocasión había leído, visto o escuchado algo acerca de Al Qaeda. Supongo que sabía tanto de Al Qaeda y Bin Laden como un periodista de Líbano acerca del laberinto vasco. De estudiante había materias más duras (filosofía y química, por ejemplo) que otras, y en esta profesión me pasa lo mismo con la macroeconomía y los conflictos internacionales. Me pierdo. Tengo que leer las informaciones varias veces y preguntar mil dudas. No sé distinguir a un chií de un suní y Oriente Próximo me resulta un galimatías. Hoy sé quién es (era) Bin Laden y hasta sé que tiene (tenía) 56 hermanos. En un guion propio de Hollywood, el vaquero bueno buenísimo se ha vengado del malo malísimo. Sin juicio previo ni zarandajas, que para asuntos como este los USA no se andan con chiquitas. Patapún p'arriba y a otra cosa, mariposa.
PD: Si no alcanzan a comprender por qué este hombre se había convertido en una obsesión para EEUU, lean en la web de El País el artículo La caza de la ballena blanca del siempre recomendable Enric González y entenderán las razones.
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