viernes, 17 de junio de 2011

Selectividad

Es probablemente el examen más absurdo de toda tu vida de estudiante y es, también probablemente, el que más te pone de los nervios. Cambian las generaciones, los modelos educativos, los profesores y los alumnos, pero la prueba de Selectividad se mantiene inamovible desde 1975. Hubo un tiempo en el que incluso se montó una campaña para tumbar la última barrera que separa a un estudiante del acceso a la universidad, pero no fue más allá del debate en los medios y las protesta en las calles de la chavalería que tenía que examinarse. Uno siempre ha pensado que lo más lógico sería establecer al final del Bachillerato una nota media que recoja la trayectoria del alumno durante esta etapa y, a partir de ahí, establecer los baremos de entrada a la universidad. Retrocediendo a la época de mi generación (me lío con el actual sistema educativo), lo más natural hubiera sido que, para acceder a la uni, te tuvieran en cuenta los resultados de los tres cursos de BUP y el último de COU. Pero no. Había que superar la sacrosanta Selectividad que, por cierto, la aprueba casi todo el alumnado. Más difícil es acertar con la carrera que se elige. Que seguro que conocen a ingenieros, arquitectos, profesores o diplomados de Turismo que no han ejercido nunca. Y más difícil es aún afrontar situaciones que no te enseñaron en la facultad. Por ejemplo que, por tu condición de periodista, te enteres antes que nadie de un fallecimiento y se lo tengas que comunicar a un amigo. Eso no hay prueba de Selectividad que lo supere.

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