viernes, 15 de julio de 2011

Jubilarse

Hoy, como todos los días, se levantará, se aseará y, después de tomar el desayuno, recorrerá los apenas 500 metros que separan su casa del trabajo. Se desplazará en la vieja bicicleta Peugeot, que dejará aparcada (sin candarla, no hace falta) en la puerta de la oficina. A eso de las ocho entrará en la sucursal, realizará mil tareas, atenderá unas cuantas llamadas y a otros tantos clientes y, a eso de las tres de la tarde, regresará a casa. La rutina que ha seguido durante 40 años llega hoy a su etapa final. Hoy es su particular París ciclista. Hoy se jubila. Con la poca perspectiva que da que a uno le falten unos 30 años para alcanzar la edad de jubilación, no aciertas a calibrar cómo debe ser el cambio de vida que supone. Hoy trabajas y el lunes te puedes quedar en casa haciendo macramé mientras ves un documental de la BBC. Digo yo que es una etapa más de la vida, como aquellos años en los que pasamos del COU a la universidad, o cuando dejamos la casa familiar y nos independizamos. Y digo yo que al jubilarse también se necesita un periodo de adaptación. Porque uno se jubila del lugar del trabajo, pero a veces no de trabajar. Tenemos las calles repletas de abuelos-canguro semiesclavos a los que exprimimos como una naranja. Y, como me apunta irónicamente un compañero, hay otra buena ración de jubilados que se encargan de vigilar las obras públicas. Pero, si la salud lo permite y no abundan las obligaciones, digo yo que jubilarse debe ser una bendición. Que te vaya bonito y que lo disfrutes.

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