Se llama Joxeluis Altzugarai, pero todos le conocen (conocemos) con el nombre de Zikiro. Es uno de tantos entrenadores que todos los fines de semana se sientan en los banquillos de fútbol de las categorías inferiores de Gipuzkoa. Con una particularidad: en 23 años de carrera no ha visto ni una sola tarjeta, ni amarilla, ni roja. Lo cuenta él mismo en el último número de la revista Ttipi-ttapa: "El secreto está en respetar la labor del árbitro". Lesakarra de pro, exfutbolista del Beti Gazte y Real Unión, y expalista profesional en el Deportivo de Bilbao, Zikiro fue uno de los precursores del fútbol femenino en Gipuzkoa y Navarra. Fue dos veces campeón de Liga con el Añorga y ha entrenado, entre otros clubes, al Beti Gazte, Gure Txokoa y Mariño, todos de chicas, e incluso el Athletic femenino le tentó para ficharle. Sus equipos casi siempre ganan el premio al juego limpio que se concede a los conjuntos que ven menos amonestaciones. En la última temporada ha ascendido a División de Honor con los cadetes del Beti Gazte, que han recibido dos tarjetas en todo el campeonato. "Según cómo sea el entrenador, así es su equipo", asegura el bueno de Zikiro en la revista. En estos tiempos de continuas tormentas dialécticas en todos los ámbitos del deporte, no estaría de más resaltar el trabajo de los Zikiros. Urge uno en el remo después de que, como afirma un compañero de la redacción, Urdaibai y Kaiku hayan convertido su rivalidad en un Barça-Madrid en versión arraunlari. Uno no adivina quién es Guardiola y quién es Mourinho, pero sobra decir que hace falta un Zikiro.
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