viernes, 9 de septiembre de 2011

Aquel verano de 2011

Nunca te acostarás sin saber una cosa más, y nunca acabarás el verano sin flipar un poquito más en las playas y las piscinas. Estos son algunos apuntes recogidos a pie de toalla en esta estación que, como dice la canción, llega a su final.

- En la piscina descubrí que la chavalería lleva calzoncillos debajo del bañador. Gayumbos grandes, pero no los Abanderado de toda la vida. Gayumbos de marca, con enormes letras, para que se vean bien, y a poder ser con las bermudas caídas. No quiero ni pensar el rebozado de arena que se tiene que montar vestido de esa guisa en la playa.

- Descubrí también que un camarero de un chiringuito te puede meter una estocada en forma de cuenta sin mover un músculo de la cara, y tú a callar, que estamos en crisis y la cosa está muy mala.

-Descubrí el veranito vasco. 21 días sin parar de llover en julio, con todo Dios a remojo. Y no descubrí, porque es un clásico, que en estas tierras, después de un día malo, puede llegar otro peor.

- También descubrí que si a un par de postales no les pones la dirección, no llegan a su destino. Es lo que tiene relajarte en las vacaciones. No estás habituado a ir al buzón de Correos, y para una vez que vas, mandas las cartas al limbo.

- Y descubrí que los hombres que están cubiertos por una mata de pelo son una especie en extinción en las playas. Se llevan los cuerpos depilados y el músculo prieto (ellos), y las gafas grandes (ellas), tipo Pepe Gafez.

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