viernes, 11 de noviembre de 2011

Controles

Debo tener cara de sospechoso, o cierto parecido con algún criminal albano-kosovar en busca y captura, porque soy carne de cañón en los controles policiales. No hay semana en la que el agente de turno no detenga mi vehículo unos segundos, a veces varios minutos, y me pida la documentación, que le abra el maletero o que le diga dónde trabajo. Suelen ser paradas de puro trámite -"¿De dónde viene? ¿A dónde va?"-, salvo cuando te ponen mirando al río. Es lo que denomino la pena de los conductores que te miran desde su coche cómo estás retenido mientras hacen cola en un control, en analogía con la famosa pena del Telediario. El caso es que tiene uno la sensación de que se han incrementado los controles en los últimos meses. Di go yo que será por la crisis. Yo tengo hasta mi propio ranking: de más a menos, la Policía Nacional se lleva la palma en número de controles, por delante de la Policía Foral, la Guardia Civil, la Ertzaintza y las policías municipales. Esta semana, en un control de un cuerpo que omitiré (no sea que el agente lea este texto y se mosquee), un agente me hizo un par de preguntas que nunca me habían hecho en tantos años de registros policiales. Tras entregarle el DNI, el agente me pidió permiso para inspeccionar mi coche (era la primera vez que me lo pedía un policía) y, a continuación, me soltó: "¿Lleva estupefacientes o algún arma encima?". "Dos Colt 45 y quince gramos de maría", estuve a punto de contestar, por aquello de relajar el ambiente. Con todo, solo hay una cosa que me molesta: que se dirijan a mí llamándome "caballero". Caballero es la persona que monta a caballo, por Dios.

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