Desde que el ínclito Odón Elorza instauró el régimen de la OTA en todas las zonas de aparcamiento que rodean a esta santa casa, cada día somos dos euros más pobres, cada semana somos diez euros más pobres, cada mes somos 40 euros más pobres y cada año somos 400 euros más pobres. La OTA nos empobrece (no sé si como personas). Desde que en abril pusieron la cosa, este barrio es el paraíso del aparcamiento. Qué digo el paraíso, si aquí no aparca ni Dios. Es un páramo, un lugar inhóspito en el que hay plazas de parking como setas en la Ultzama. En su origen, la OTA se puso en el centro de las ciudades para favorecer la rotación de los aparcamientos. En este barrio rotar, lo que se dice rotar, no se rota. La zona azul está semivacía, salvo (¡oh casualidad!) los sábados y domingos, que está a tope porque no hay que pasar por caja. Es un misterio sin resolver dónde están entre semana todos esos coches que aparecen los fines de semana. La OTA es azul pero no entiende de colores políticos. Como cantaba el gran Rodolfo Chikilicuatre, se instala (lo baila) con Bildu, se instala (lo baila) con el PP, se instala (lo baila) con el PNV y se instala (lo baila) con el PSE. La OTA es para toda la vida. La OTA, si trabajas en ciudades como Donostia, te va persiguiendo y te va echando desde el centro a la periferia. Las multas también. Las multas, aunque pagues religiosamente, también te persiguen hasta que llegan hasta el buzón de tu casa. Hasta hace unos meses, había aquí al lado una vieja autocaravana que en un costado lucía el lema Free camping, it's not a crime. Free parking tampoco es un crimen, digo yo.
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