viernes, 4 de noviembre de 2011

Truco y trato

Sucummbí al happy meal del McDonald's, sucumbí a los cromos de las Winx, a los sobres sorpresa, a las gomas de silicona con forma de animales y a las silly bandz, logo bandz y mama bandz; sucumbí a la Barbie y toda su corte, a la Nancy fashion, al monopatín de toda la vida y al de palo tentetieso; sucumbí a las calcamonías, a Disney Channel (hasta que aprendí a caparlo con el mando a distancia), a Hannah Montana, a Patito feo con sus Divinas y sus Populares, a Bob Esponja, Patricio, Calamardo, e incluso a Pocoyó; sucumbí a los juegos de diseña tus collares y tus pulseras, sucumbí a las chucherías de los domingos por la tarde, a los mostos del mediodía, a los helados de chocolate del verano y al chocolate con churros del invierno; caí en la tentación del viaje a Eurodisney, y a la visita a Port Aventura -"ya que estamos, habrá que entrar"-. Sucumbí a todo esto, hasta que llegó Halloween. Y por ahí no paso. "Truco o trato", me soltaron el otro día vestidas de zíngaras desde su metrotreinta de estatura. "¿Truco o qué?". "Halloween", dijeron ante la cara de tontaina de quien no sabe de qué le están hablando. "Galletas y chocolatinas", exigieron. El culto a la muerte siempre me ha dado yuyu y no digo ya las películas de terror, que me obligan a cambiar de canal cada vez que se asoma una escena de las de cuchillo y motosierra. Donde esté el suspense, que se quite el terror con sus zombis, vampiros y momias. Así que con esta fiesta importada de Norteamérica que, al parecer, se está expandiendo como una mancha de aceite, como que no hay trato.

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