Aseguraba hace unos días un periodista que Rubén Beloki hace gala de un sentido común que es poco común. Detrás de ese juego de palabras se esconde una acertada definición que, por qué no, también se podría aplicar a otro Beloki, Joseba, el exciclista, otro modelo de sensatez en un mundo como el del deporte, en el que a veces solo afloran muestras de frivolidad y mal gusto. Desde la distancia que da leer una entrevista en un periódico, escuchar unas declaraciones en una radio o ver un partido de pelota por televisión, Beloki, el pelotari, siempre me ha parecido un buen tipo por lo que hace y dice dentro y fuera de las canchas. Un tío al que le puedes comprar un coche de segunda mano sin temer a que se te rompa la junta de la culata a las primeras de cambio. Beloki es el yerno que toda suegra querría para sí, con permiso de Xabi Alonso, el paradigma de deportista que destaca por sus valores dentro y fuera de los campos de fútbol. Dicen quienes conocen a Beloki que tiene una calidad humana fuera de lo normal. Siempre me ha parecido un pelotari distinto, y no solo porque en el frontón pegara con clase unos zurriagazos terribles o porque no levantara la voz cuando le emparejaban con delanteros de menos nivel para equilibrar los torneos. En su quehacer diario también ha sido diferente. Hace ya muchos años, en un gesto poco usual en un deportista, se declaró objetor de conciencia y, en lugar de perder el tiempo en la mili, cada día llevaba en una furgoneta de la Cruz Roja a personas discapacitadas que trabajaban en distintos puntos de la comarca de Pamplona. En eso también fue un ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario