Espero que hoy llueva. Ganas tengo. Más que nada para no estropear la estadística. Desde que se inició este mes de abril que hoy arranca su última hoja del calendario, ha llovido todos los días menos uno. No me hace falta consultar ni webs de meteorología ni hemerotecas. El único día que no llovió (aunque tengo dudas sobre si lo hizo de madrugada) fue el 9 de abril, lunes para más señas. Esa jornada, lunes santo o como la santa madre iglesia lo denomine, lució el sol como pocas veces (o nunca) este mes. Así que, si no me fallan las cuentas, hoy será el vigésimo primer día consecutivo con el líquido elemento cayendo del cielo. No resulta raro que en estas fechas llueva con tanta insistencia ("En abril, lluvias mil", reza el refrán). Lo que ya empieza a molestar es tanta agua inmisericorde. Será la edad, pero cada vez soporto peor el mal tiempo y cada vez comprendo mejor a los jubilados que en octubre hacen las maletas y se piran al Mediterráneo a tumbarse a la bartola y beber Insalus. Esta humedad no es buena para la salud, amigos. Tenemos un país de ensueño, envidia para quienes siempre quieren tener a mano el monte y la playa, pero este clima se hace insufrible. Veintitantos días consecutivos de lluvia no hay dios que aguante. Esto es como para que venga Mario Picazo y se marque un capítulo entero de Climas extremos, ese interesante programa que duró en la parrilla de TVE menos que un rayo de sol en la barandilla de La Concha. Pues eso, que dicen que el miércoles viene bueno.
Nota: el artículo está escrito antes de saber que no son 21 sino 27 los días de lluvia que llevamos, al menos según el Centro Meteorológico de Igeldo. Si hoy llueve, se batirá una marca que data de 1930
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