Los ciclistas vascos que no pertenecen a la plantilla de Euskaltel-Euskadi se quejan a veces con razón de que los medios de comunicación no les prestamos la atención que se merecen. Consideran que el equipo naranja se lleva los titulares y ellos se quedan con las migajas, salvo que medie una actuación estelar en una carrera con pedigrí. Seguramente sus argumentos están más que justificados. El reconocimiento a los corredores que se ganan las alubias en otras escuadras no debería estar reñido con la pasión que despierta Euskaltel. Pero no creo que exagere si digo que el conjunto naranja ha logrado un grado de identificación y fidelidad con la afición vasca solo comparable a la que consiguen la Real, el Athletic, Osasuna o el Baskonia, por poner los cuatro ejemplos más significativos. El seguidor del ciclismo considera a Euskaltel como un equipo suyo, un club que compite en la Champions de las bicis de igual a igual. Solo hace falta acercarse a su autobús antes del inicio de una prueba para comprobar hasta qué punto su impronta ha calado. Por eso resulta descorazonador que el futuro de la escuadra más veterana del pelotón (19 años) penda de un hilo o, mejor dicho, del dinero que aporte un patrocinador que cuadre un presupuesto que desde hace seis años se mantiene inalterable en los 6,8 millones de euros. A ese problema de la falta de un patrocinador se une el desmedido afán por el dinero de la UCI que, lejos del romanticismo que destila Euskaltel, solo está preocupada por hacer caja, ya sea con carreras en Catar o Kuala Lumpur, o con corredores exóticos. Larga vida a Euskaltel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario