22 días de trabajo en beneficio de la comunidad. Semejante castigo les ha caído a padre e hijo, vitorianos ambos, por realizar prácticas con el coche sin que el chaval dispusiera del oportuno y obligatorio permiso de conducir. La Policía de la capital alavesa les pilló in fraganti -acelerón por aquí, frenazo por allá- en un polígono industrial desierto de tráfico, y el asunto ha acabado con una condena en los tribunales. El fallo del juez, amén del trabajo gratis et amore que deberán aportar a eso que la sentencia llama "comunidad", incluye el pago de las costas procesales y el hecho de que ambos contarán desde ahora con antecedentes penales. Que levante la mano quien no haya probado sus dotes al volante antes de ingresar en la autoescuela. Todo hijo de vecino lo ha hecho, lo hace y lo hará, aunque quizás pocos sepan que, desde la reforma del Código Penal de 2008, este extendido bautismo automovilístico está considerado como un delito. Hay quien pide a su padre, su madre o su hermana mayor que le guíe en el arte de conducir por aquello de ahorrarse luego unas pelillas en las clases, y quien lo hace para familiarizarse con el embrague, el freno y el volante. Que de todo hay. Como aquel amigo que con 16 años ya cogía el coche de su madre y se recorría medio pueblo mientras hacía las compras, o aquel otro que con diez años ya conducía el tractor de su padre en el caserío. El resto, la mayoría de los mortales, temblábamos el día del examen y nunca supimos por qué en la autoescuela nunca nos enseñaron a poner las cadenas del coche.
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