Si ya es reprobable que un deportista profesional recurra al dopaje para mejorar su rendimiento, que lo haga un aficionado al deporte amateur, resulta inexplicable. Durante años ha circulado la sospecha de que una inmensa minoría de participantes se valía de trampas en determinadas pruebas para obtener unos resultados que de otro modo no conseguirían. Al final resulta que hay aficionados al deporte (pocos) que no tienen escrúpulos y son capaces de servirse de ayudas externas para suplir sus limitaciones, engañar a su cuerpo y llegar a metas que les resultarían imposibles sin un brebaje de por medio. Ha sucedido en la Arratzu Urdaibai Mendi Lasterketa, una carrera de montaña que para el común de los mortales es desconocida y en un deporte en auge pero sin la popularidad de otras disciplinas. Para estupor de los organizadores de la carrera vizcaina, tres de los participantes (que ocuparon los puestos segundo, tercero y cuarto) dieron positivo en un control antidopaje sorpresa del Gobierno Vasco. Cada corredor lo hizo por una sustancia diferente: EPO en el primer caso, anabolizantes en el segundo y cannabis en el tercero. Los controles se efectuaron el 28 de abril, pero la noticia se ha conocido ahora, pocos días después de que el Gobierno Vasco aprobara una pionera y necesaria normativa que castiga a quien recurre al dopaje. Una medida que contempla sanciones de hasta 50.000 euros para esos aficionados que suplen sus carencias con productos prohibidos, frente a quienes se dedican a hacer deporte por puro placer. Sin añadidos ni aditivos.
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