CARÁCTER, ambición, una extraordinaria dirección deportiva y una excelente gestión en los despachos. Con estos cuatro pilares construyó el Bidasoa el primer título europeo para un club vasco. De aquello hace ya 17 años, pero lo recordamos como si fuera ayer. Muchos de los protagonistas de aquella y otras gestas estarán mañana en el polideportivo Artaleku. Svensson, Perunicic, Salcedo, Zúñiga, Xabier Mikel, Bolea, Etxaburu, Susperregi, Pombar, Jovanovic y otros tantos vuelven por un día para jugar una pachanguita que ha levantado una importante expectación en Irun. A la cabeza de todos ellos estará Juantxo Villarreal, que junto a Alberto Ormaetxea es probablemente el mejor técnico que ha dado el deporte de Gipuzkoa. Y si no el mejor, al menos sí el que mejor ha exprimido las virtudes de un club pequeño que llegó a ser el más grande de Europa. La nostalgia suele ser un buen bálsamo para enfrentarse a las penurias del presente. Ni el Bidasoa ni el balonmano viven su momento más feliz. El club sobrevive a duras penas, con más voluntad que acierto. Y el balonmano, tanto masculino como femenino, está a las puertas de sufrir una sangría. La fuga de talentos a Alemania, Francia y Dinamarca es ya un hecho, y los problemas económicos no es que aprieten, ahogan. Quizás sea la hora de mirar hacia adentro, volver a la cantera y empezar a edificar un proyecto que ilusione. Quizás sea una utopía, pero este mismo club conquistó una Liga con once tipos de Irun, uno de Pasai Donibane -Juanín Agirregomezkorta- y dos yugoslavos -Caslav Grubic y Mladen Lakovic-.
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