Bendito país en el que te pueden embargar el coche por dejar de pagar tres multas de OTA, pero no estás obligado a dar ninguna explicación si el banco que presides quiebra por tu mala gestión y los ciudadanos tienen que poner a escote 24.000 millones de euros para que tu negocio no se vaya al garete. Ole, ole y ole. El caso Bankia tiene al menos su lado positivo. Nos ha permitido comprobar algo que ya anunciaron las encuestas hace varios años: algunos políticos se han convertido en un problema. Nos venden soluciones a los problemas en las precampañas, en las campañas y en las postcampañas, cuando en realidad ellos son el problema sin solución. El espectáculo que han ofrecido esta semana PP y PSOE (con el gobernador del Banco de España de invitado de excepción) a cuenta de la comisión de investigación del Congreso sobre la bancarrota de Bankia les retrata. Tienen muchas vergüenzas mutuas que tapar en la entidad financiera, otrora la joya de la corona de la Comunidad de Madrid, como para andar hurgando en la Cámara Baja. Y ya no es que clame el cielo que el presidente del cuarto banco del país no esté obligado a explicar porqué hace unos meses anunció un beneficio de 305 millones y ahora reconoce unas pérdidas de 3.000. Es que, directamente, a él y a otros de su especie les ascienden, o se llevan una indemnización de toma pan y moja por los servicios prestados. Asegura un amigo que hay que reaccionar ante tanto jeta y tanta injusticia social. Y propone dejar de pagar impuestos para que reviente el sistema, reviente el país y se ponga el contador a cero.
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