En alguna ocasión he comentado en esta esquina del periódico que ser periodista te convierte en una especie de chico sabelotodo (que no sabiondillo) en tu relación y tus conversaciones con tu entorno de familiares, amigos y conocidos en general. Ejercer el periodismo conlleva que los que te rodean supongan que tienes respuesta y argumentos para todo asunto que se cueza. Yo mantengo la máxima de que sé poco de mucho y mucho de poco, es decir, que se puede dominar un tema sin llegar a profundizar al máximo, al menos que uno sea especialista del asunto. Vamos, que puedo saber que el Chory Castro es zurdo, pero no cómo juega entre líneas; sé que Jimmy Cobb es un batería pero dudo que le haya escuchado alguna vez; y podría explicar la postura de Bildu en el manido tema de la gestión de los residuos (antes llamados basuras), pero me costaría describir qué demonios es una planta de biometanización. Hete aquí que desde hace tiempo hay dos asuntos que se han puesto de moda y que te cuesta sudores explicar a la concurrencia de tus amores: la prima de riesgo y el bosón de Higgs. Con tamaño descubrimiento científico no sé ni por dónde empezar, así que hago como los tertulianos que no saben del tema a debate: callo y paso palabra. Con la famosa prima recurro a los expertos y la resumo en una frase: es el índice que mide la confianza de los inversores en la solidez de la economía de un país. Así, de corrido. El que quiera entender, que entienda, que no por tener más información estamos mejor informados.
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