40 millones a toca teja. Tienes que ser muy alemán para presentarte en la sede de la Liga de Fútbol Profesional y extender un cheque de 40 millones de euracos por un jugador que no vale semejante montaña de pasta. Ni él (Javi Martínez, no hace falta presentarlo), ni ningún futbolista. Cuando se habla de grandes cantidades de dinero, a veces conviene retroceder unos años y traducirlas a pesetas. Pues eso. 40 millones de euros son 6.655 millones de pesetas, céntimo arriba, céntimo abajo. Un pastizal. Por no irnos muy lejos, era todo el presupuesto que había consignado la Real para la anterior temporada y, si nos salimos del área deportiva, el doble de lo que costó la remodelación del Museo de San Telmo. Hace tiempo que el fútbol vive fuera de la realidad cotidiana, así que el fichaje del jugador navarro por el Bayern de Múnich no es más que la confirmación de otro sinsentido. Al margen de que la cantidad que ha pagado el club bávaro resulte obscena, llama la atención el mal encaje con el que ha recibido el Athletic la marcha de uno de sus jugadores bandera. Ingresar 40 millones por un futbolista que te costó seis es un negocio redondo, se mire por donde se mire. Si lo que le ha molestado son las formas, no ha hecho más que recibir una cucharada de su propia medicina. El modo de actuar del jugador y del Bayern es idéntico al que ha utilizado la entidad rojiblanca cuando ha salido a pescar a sus caladeros próximos. Pensar hoy que determinados jugadores, sean del Athletic, de la Real o del Bollullos del Condado, están identificados con el club de por vida, más que una filosofía, es una utopía.
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