Intuyo que en la próxima campaña electoral, al contrario que en las anteriores, no habrá polémica por el manido asunto de las inauguraciones oficiales y visitas a obras y proyectos a solo unos días de que el personal sea llamado a votar. Mayormente porque se ha acabado la fiesta, no hay pasta, nos hemos bebido hasta el agua de los floreros, y ya no tenemos nada para estrenar. Ni una miserable rotondita. Durante años ha sido habitual que alcaldes, diputados forales, presidentes de gobierno, delegados del gobierno y lehendakaris aprovecharan la cercanía de los comicios para -¡oh casualidad!-, cortar la cinta de una nueva variante, un centro de día o un parque infantil. Cualquier obra valía para hacerse la foto. Tal era el abuso que una nueva norma prohíbe el autobombo institucional, o sea, inaugurar obras en plena campaña. A falta de inauguraciones, los partidos tirarán de manual y nos inundarán con promesas electorales que luego suelen quedar en el limbo. Para muestra un botón o, lo que es lo mismo, una simple página de este periódico, cazada al azar, de la última campaña de las autonómicas vascas, allá por el 18 de febrero de 2009. El titular, que iba acompañado por una fotografía de varios dirigentes del PP, entre ellos Ruiz Gallardón y Basagoiti, posando sobre el césped de Anoeta, rezaba así: El PP promete 5.200 nuevos puestos para devolver prestigio a Osakidetza. Ya en el texto se aseguraba que el líder popular vasco prometía la contratación en cinco años de 2.000 médicos y 3.000 enfermeras y comadronas. Digo yo que Basagoiti confundió contratar con recortar.
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