se llaman Izaro, Ana, Cristina, Leticia, Tamara, Maialen, Alazne, Marta, Nuria, Marina y Saray.
Se entrenan los lunes, miércoles y viernes a eso de las nueve de la
noche, unos días en un polideportivo, y otros días en otro, después de
dedicarse durante el resto de la jornada a estudiar. Cada temporada
abonan de su bolsillo tres cuotas de 100 euros para pagar los gastos de
la ficha federativa, el seguro médico, el alquiler de las canchas, los
arbitrajes y demás costes, y poder disfrutar así del deporte que les
apasiona. También corre a su cuenta de gastos las zapatillas con las que
entrenan y compiten. No reciben ni un euro de las instituciones
públicas y cuidan como oro en paño a los patrocinadores que lucen en sus
camisetas. Sus familiares son sus más incondicionales hinchas y su
apoyo en las derrotas... y en las victorias. En estos tiempos de ninis, de multimillonarios del fútbol que se sienten tristes y de jóvenes shore
que ganan una pasta gansa sin dar un palo al agua, reconforta saber que
hay otra juventud (seguramente una mayoría silenciada), que disfruta de
lo que hace por amor al arte, sin cobrar un duro (aunque lo merezcan a
toneladas) y por el puro placer de formarse deportiva y humanamente.
Izaro, Ana, Cristina y compañía, con su entrenador Ganix
a la cabeza, pertenecen al Erroibide, un club de baloncesto de Irun
que, tras dos ascensos consecutivos, juega en Primera Femenina, la
Segunda División B del baloncesto. Larga vida para el Erroibide.
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