viernes, 2 de noviembre de 2012

Jugar por amor al arte

se llaman Izaro, Ana, Cristina, Leticia, Tamara, Maialen, Alazne, Marta, Nuria, Marina y Saray. Se entrenan los lunes, miércoles y viernes a eso de las nueve de la noche, unos días en un polideportivo, y otros días en otro, después de dedicarse durante el resto de la jornada a estudiar. Cada temporada abonan de su bolsillo tres cuotas de 100 euros para pagar los gastos de la ficha federativa, el seguro médico, el alquiler de las canchas, los arbitrajes y demás costes, y poder disfrutar así del deporte que les apasiona. También corre a su cuenta de gastos las zapatillas con las que entrenan y compiten. No reciben ni un euro de las instituciones públicas y cuidan como oro en paño a los patrocinadores que lucen en sus camisetas. Sus familiares son sus más incondicionales hinchas y su apoyo en las derrotas... y en las victorias. En estos tiempos de ninis, de multimillonarios del fútbol que se sienten tristes y de jóvenes shore que ganan una pasta gansa sin dar un palo al agua, reconforta saber que hay otra juventud (seguramente una mayoría silenciada), que disfruta de lo que hace por amor al arte, sin cobrar un duro (aunque lo merezcan a toneladas) y por el puro placer de formarse deportiva y humanamente. Izaro, Ana, Cristina y compañía, con su entrenador Ganix a la cabeza, pertenecen al Erroibide, un club de baloncesto de Irun que, tras dos ascensos consecutivos, juega en Primera Femenina, la Segunda División B del baloncesto. Larga vida para el Erroibide.

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